domingo, 21 de septiembre de 2008

SE ACABÓ

El verano se despide como un atardecer y nos deja sus lágrimas, que se escurren por el cristal como recuerdos por nuestros ojos...



sábado, 20 de septiembre de 2008

CUADERNO DE BITÁCORA: NÁPOLES Y AMALFI (V)

El tiempo se detiene. Ni un soplo de aire. El ruido del tráfico. Los primeros acordes de "O Sole mio". Nápoles te encierra en un bucle. Retrocedes decenas de años sin darte cuenta de cómo y en qué momento llegaste allí. Pero estás, y sorprendentemente, todo te parece extrañamente familiar.



Las calles estrechas y empedradas. Edificios centenarios violados por el grafitti. La ropa colgada en las ventanas. A cada paso sientes que alguien te observa.


De Nápoles te llevan tanta historia...olores y sabores de la Italia más profunda. El calor pegajoso de un verano que no perdona y la sensación de haber viajado en el tiempo. A unos 60 kilómetros despiertas de golpe. Casas supendidas en un precipicio y de nuevo el mar de Amalfi, sereno y misterioso. Sus calles en equilibrio ..




... y la luna, redonda, soñadora, que cubre de plata lentamente cielo, mar y tierra.

jueves, 18 de septiembre de 2008

CARACOLAS: PARLAMI D'AMORE MARIU

CUADERNO DE BITÁCORA: CAPRI E ISCHIA (IV)

Capri. Como un paraíso hermoso en eterno balanceo sobre el agua. Sus colores, sus olores, el calor del sol. El arco del amor. Una puerta abierta por donde las olas juegan con las risas.




Puedes creer en ellas. Puedes no creer. Yo he visto una sirena nadar en el azurro intenso y casi artificial de Capri. Tal vez sea donde buscan ese rayo de luz que transforma el azul del mar en un sueño.


Del azul...al verde. Románticos acantilados con vistas como estas...





El otro paraíso: Ischia. Un remanso de tranquilidad. Antigua colonia griega gobernada por un castillo.









Y de nuevo, el mar. Los aromas del limón. La brisa húmeda. El calor del sol. Los reflejos, las sombras. Una tormenta...



...un adiós.






miércoles, 3 de septiembre de 2008

CUADERNO DE BITÁCORA: POMPEYA Y HERCULANO (III)


Parece mentira. Una se coloca junto a los restos de las piedras milenarias que resistieron las embestida, mira hacia el Vesubio, luego hacia el cielo, y lo ve todo:las cenizas que caen lentamente como lluvia fosilizada sobre las casas. El cielo gris. Las piedras pómez que golpean cuerpos y viviendas como meteoritos salvajes. Al fondo, el gigante que escupe sangre hirviendo. Y de repente, el pánico, el olor a azufre. El corazón que se desboca. Ya no hay escapatoria, y los vapores se adueñan de las almas mientras la ciudad muere aplastada por un manto de lava que la sepulta por completo.




Y casi 2000 años después, te sientas frente al anfiteatro e intentas escuchar sus voces, enredadas en las columnas rotas, en las paredes huecas, en los frescos que aún perduran. Sin saberlo, la lava que mató en su día, conservó una ciudad entera y algunas de las personas que por entonces ignoraban lo que el Vesubio era capaz de hacer en tan solo unos minutos.



Impresionante Pompeya y Herculano.