
Dice que sí, que la primavera le da alergia, porque el corazón se le hace pequeño y vulnerable frente a los recuerdos. Porque se le encoge y le parece que Le falta el aire, y a veces, hasta las palabras parecen armas punzantes.
Dice que sí, que las flores, el sol y el olor a calor le hunden sin remedio. Le llevan hacia un lugar aislado en donde sólo hay eco y sombras del pasado. Un lugar en donde no entra más luz que la del parpadeo rápido. Y apenas le da tregua para seguir respirando como un autómata y para pasar lentamente las hojas del calendario.
Dice que sí, que a él la primavera no le altera la sangre, sino la conciencia, y que le gustaría sentirse como el resto, imbuido por la fuerza del amor optimista y devastador. Para poder, en definitiva, sentirse vivo.