Las cuenta como si fueran estrellas. Tal vez lo sean. Tal vez se hayan caído y busquen unas manos que las devuelvan al cielo. Lo cierto es que brillan y sus colores parecen jugar al escondite entre la espuma de las olas. Y él las cuenta, y no se atreve a cogerlas por si acaso esperan otro destino.
El mar, que le llama. Y el sol, que acaricia su espalda. Cuarenta. Cuarenta y uno. Cuarenta y dos. Tiene que concentrase para no perder la cuenta y tener que desandar lo andado. No le gusta mirar hacia atrás. Ni volver a caminar sobre sus pasos.
Cuarenta y tres. Cuarenta y cuatro. No sabría decir cual es la más hermosa. Si aquella con forma de abanico o la negra y rota. A él todas le parecen especiales. Y aunque alguna brilla más que otra, a lo lejos sólo se ve el caminito que van dejando al borde de la orilla.
Cuarenta y cinco. Cuarenta y seis. El firmamento a sus pies. Y cientos de galaxias por descubrir. Cuarenta y siete. Cuarenta y ocho. Cuarenta y nueve.
jueves, 24 de julio de 2008
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2 comentarios:
¡¡Cuánto tiempo sin actualizar!! Echaba en falta estas palabras tuyas tan sinceras, tan llenas de magia, tan dulces, tan... tan tuyas.
Besazos.
gracias guapetona...últimamento no tengo tiempo de nada...ya sabes...hay una personita que me consume...aaaaaaah..jaja. Besos!!
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