Sus páginas derrochan ternura, complicidad y miedo. Miedo de nosotros mismos. Miedo al adulto en el que nos convertimos sin darnos cuenta. Miedo a no poder recuperar jamás los valores que atesoramos a los nueve años sin disciplinas ni ensayos y que perdimos un buen dia sin darnos cuenta...
Un niño incapaz de comprender qué se esconde en el corazón de un adulto. Qué resorte hace saltar el rincón más cruel e innecesario. Es "El niño con el pijama de rayas", de John Boyne.
No se puede contar nada más acerca de él. Es mejor que su historia sorprenda al lector desde el principio. Sólo diré que no es un cuento, ni una fábula, sino una historia bella y cruel que te remueve por dentro y hace que el corazón se encoja...
... y que de pronto tu mente contemple aterrada en la lejanía un puntito que se transforma en una mancha que se transforma en un borrón que se transforma en un niño con un pijama de rayas.
"Dura un segundo,pero su recuerdo nunca se borra..."
Es la sonrísa más hermosa que he visto nunca. Me ha llevado un tiempo, pero al fin, la he encontrado. Lo mejor es que siempre ha estado ahí, esperando desde hace mucho, como una luna nueva, agazapada trás las sombras, observando en la lejanía.
Es limpia, sincera y dulce. Sin espinas ni engaños. No busca respuestas ni plantea dudas. Aún no entiende de rencores, de lágrimas ni de malicia. Aún no arrastra ninguna herida. Es amplia y cálida. Feliz. Transparente. Serena.
Se entrega como el aleteo de una mariposa, sin más. Se alimenta de miradas. No tiene miedos y sí un gran don: te envuelve en sus brazos tiernos e infinitos, y por un momento parece decir: "ahora tú también puedes volar". Y vuelas.
Llevo unos dias obsesionada con un anuncio. Y como toda obsesión es mala, he decidido hacerlo público, a ver si así consigo vencerla y dejo de ver una invasión de "conejitos de colores" por las calles.
No se si será la hipnótica canción de los Rollings, el empacho de colores, o la plastelina como tema recurrente de regresión a la infancia. ¿Quien no recuerda ese montón de colores aplastados sobre la mesa, que intentaban simular un perro, un pato o un elefante?. Los más osados intentaban construir una casa. Lo mejor es que todo, absolutamente todo, ya fuera cerdo, gato o abejorro, empezaba del mismo modo: a partir de una serpiente laaaarga y fina...tan fina que a veces terminaba hecha pedazos.
Con lo difícil que era luego devolverle la forma a las bolas de plastilina sin mezclar los colores...Y ese olor que se te quedaba pegado a las manos. Que no había forma de deshacerse de él...ni con jabón lagarto.
La plastelina y la infancia. Qué recuerdos... Con ésto, los pillos de Sony consiguen que volvamos a los 6 y 7 años...y que alguno se pida la pantalla a los Reyes Magos.
Así que me quito el sombrero ante esta obra de arte que consigue ponerme los pelos de punta desde el primer acorde. Un bravo por Bravia...Y ...pachín pachín pachín, mucho cuidado con lo que haceis...pachín pachín pachín..al conejito no piseis.
ME GUSTA dar un largo paseo por la orilla de una playa CREO que nada ocurre porque sí TENGO MIEDO a que la vida se me haga demasiado corta MI MAYOR ILUSIÓN que nadie pueda hablar mal de mí ME AGOTA tener que superar retos ME INSPIRA la tristeza VIVO LA VIDA como si se me escapara entre los dedos UN DIA LLORO y al otro me rio SI LLUEVE dejo que me empape SUEÑO CON ...demasiadas cosas.